viernes, 21 de enero de 2011

QUE VERGÜENZA TENER QUE DIFUNDIRLO, POR QUE ESTAMOS A PUNTO QUE LA HISTORIA SE REPITA CON TANTO PRO CHILENO EN EL GOBIERNO

LA  NEFASTA HISTORIA QUE SE LE OCULTÓ A LOS PERUANOS
Y no es para echar más leña al fuego, pero la Historia Militar de autoría del Gral Dellepiani, cuenta que cuando el Coronel Francisco Bolognesi Cervantes preguntó a sus Comandantes de Unidad sobre la respuesta que habia que darle al chileno Salvo sobre rendir Arica, todos los Jefes aceptaron combatir hasta quemar el ultimo cartucho, excepto uno: EL CORONEL MANUEL BELAUNDE, quien procedió a retirarse. Ya sabemos quién desciende de él, y que coincidentemente tambien fue Presidente del Perú dos veces, simplememnte por el ocultamiento innoble que hizo la historia de este hecho

Como decia Jorge Basadre, muchas veces levantar una página de la Historia del Perú, es develar una lágrima de terrible dolor.

Esta es una historia que no conocemos y que dejó huella en todo el país, hablamos de un antichilenismo radical sin saber que la guerra la perdimos por traidores nacionales ¿Cuántas veces se ha repetido en nuestra historia, lo que es peor, cuántas veces, a título personal, hemos culpado a otros de las desgracias generadas por nosotros mismos y que nos afectaron en nuestras vidas?

Bueno, esta historia acerca de la participación de Piérola en la guerra nos puede dar alguna idea de lo que sucedió y de cómo ese culpar a "enemigos visibles" nos impide ver la real causa de nuestros problemas, HISTORIA QUE DEBEMOS CONOCER COMO PERUANOS: ESTA HISTORIA NUNCA NOS LA ENSEÑARON EN EL COLEGIO, POR CONVENIENCIA DE GOBIERNOS TRAIDORES Y CORRUPTOS. En el gobierno de Prado, se corría un estribillo que decía: "Este jabón lava, pero nunca sacará la mancha" y todo aquel que lo decía o escribía, terminaba en la cárcel.

NUNCA OLVIDEMOS NUESTRA HISTORIA, PERUANOS.
El Rol de Nicolás de Piérola en la Historia del Perú. Seguramente Nicolás de Piérola debe ser uno de los personajes que más daño ha causado al Perú y sin embargo, a través del tiempo se le ha rendido pleitesía y hasta la principal avenida de Lima lleva su nombre. En las escuelas y colegios del país nunca se narró la historia verdadera de este político que le tocó ser una figura preponderante en los aciagos años de la Guerra del Pacífico, por el contrario se le menciona como al patriota que dio todo de si, por su patria.

Ni los conocidos historiadores Jorge Basadre, Gustavo Pons Muzo, ni otros, se atrevieron a escribir la verdad sobre Piérola y no porque no supieran la verdad, sino, por el temor que casi siempre han tenido estos intelectuales a las clases dominantes y de poder en el Perú, además sabían que pasando por encima de monstruosas verdades, podrían sus libros ser aceptados por el Ministerio de Educación del Perú y, por otro lado serían reconocidos como hombres ilustres.

Por ejemplo, nadie dijo que realmente la guerra del 79 no fue con Chile, sino que fue con un país poderoso como Inglaterra, primera potencia del mundo en esos años, que usó a Chile como instrumento para arrebatarle a Perú y Bolivia las riquezas que guardaba su suelo, riquezas que, como era natural, fueron a parar a las empresas inglesas después. Como muestra de esto, puedo señalar que Chile, por la adquisición de sus blindados Cochrane y Blanco Encalada, no pagó ni un peso a Inglaterra que los construyó.

Es importante que la historia real se vaya abriendo campo, porque como es sabido, solo los pueblos que conocen y respetan su historia pueden aspirar a un futuro mejor. Para no explayarnos en este tema nos centraremos en una parte de la historia.

En noviembre del 1879, ya el Perú había perdido el Huáscar en Angamos y solo le quedaba un débil barco de guerra que era la corbeta Unión. El gobierno de Mariano Ignacio Prado, resolvió hacer una colecta nacional para comprar dos blindados que podían significar la salvación de la república, ésta se llevó a cabo el último domingo de ese mes de noviembre y cuentan los que vivieron por esos tiempos, que todo el Perú acudió a ese llamado, desde las esferas acaudaladas, hasta los más pobres, las mujeres entregaron sus joyas y los niños sus alcancías. Por los mismos días llegaba al Callao desde Santiago de Chile, Nicolás de Piérola, donde se encontraba exiliado y con el amparo de la burguesía chilena que tenía el poder en esa nación.

Apenas desembarcó empezó a conspirar en la oscuridad contra el gobierno, cosa que era costumbre en él, porque este fue el eterno revoltoso, que hizo revoluciones y montoneras, que siempre fueron derrotadas, por el gobierno de turno.

El 18 de Diciembre del mismo año, el presidente Prado, a escondidas, se embarca en el Callao en un vapor que iba a Panamá, llevándose el producto de la colecta, que el pueblo peruano hizo para comprar dos barcos blindados. Al llegar a Guayaquil renunció a su cargo y se fue a París, de donde jamás volvió y fue un hombre acaudalado en la Ciudad Luz. Esta indignante traición apenas si se cuenta en la historia oficial del Perú. Mariano Ignacio Prado no volvió, pero años más tarde si volvió su hijo Manuel Prado Ugarteche y, aunque parezca increíble, el pueblo peruano lo eligió dos veces presidente. Es cierto que la amnesia de los pueblos no puede tener límite y su familia en el país, fue poderosa y acaudalada, ostentando lujos y osadía y todo eso con el dinero de hombres y mujeres, de niños y ancianos que se desprendieron de lo que tenían, porque pensaron que así se salvaría la patria.

La huida de Prado, fue el momento preciso que buscaba Piérola para hacerse del poder y así, al frente de una montonera, entró en Lima, para derrocar al gobierno a cargo del vice presidente, general La Puerta, hombre entrado en años y de poco carácter, que no opuso mayor resistencia, además las tropas acantonadas en Lima, a través de sus jefes anunciaron que no se batirían contra peruanos en un momento tan difícil para el Perú, por lo que aceptaban el gobierno de Piérola, para no causar más males a la nación.

Apenas Piérola tomó las riendas, empezó un monstruoso plan contra su propio país, el Perú. Este hombre conocido como vanidoso, engreído y ego centrista, comenzó a dar los pasos para hundir a nuestro Perú, está claro que todo lo que hizo, fue cumpliendo consignas de sus amigos chilenos, de quien él fue, siempre un especial huésped.

Lo primero que hizo, fue cortar todo apoyo y abastecimiento al ejército del sur acantonado en Tacna, donde se llevaría la segunda etapa de la guerra con Chile. Al mando del ejército del sur o de Tacna, como también se le llamaba, estaba el Contralmirante Lizardo Montero, quien había combatido y derrotado a Piérola años antes en una de las revoluciones que éste inició. Por lo tanto lo tenía como enemigo político y sentía celos de él, pues si teníaéxito en la campaña del sur, podría ser bien visto por el pueblo peruano y podría arrebatarle la presidencia. Pensando de forma tan mezquina, condenó a estas fuerzas peruanas al más absoluto abandono, en momentos en que se jugaba el destino del país.

El pueblo limeño, al notar esta actitud reprochable del dictador, salió a las calles en ruidosas manifestaciones, pidiendo que se envíe socorro a los defensores del sur, que sufrían por escases de alimentos, armas, municiones, ropa y los refuerzos necesarios para enfrentar al fuerte y numeroso ejército chileno que empezaba a desembarcar en Ilo, en ese tiempo llamado Pacocha.

En Lima había en ese momento dos divisiones de ocho mil soldados cada una que había formado el general Lacotera, por orden del gobierno anterior y que permanecían inmóviles en sus cuarteles. Piérola, para acallar las protestas, ordenó enviar un cargamento secreto hacia Arica en la corbeta Unión, así fue embarcado, con mucha fanfarrea y teatro,un cargamento, en el que se suponía iba la salvación del ejército del sur. La misión era difícil, pues el puerto de Arica estaba bloqueado por la escuadra chilena. Manuel Villavicencio, marino hábil e inteligente, se encargó de llevar a la Unión a su destino, corrían los últimos días de febrero de 1880. La Unión se acercó al puerto de Arica la madrugada del 26 de ese mes y, con buenos movimientos, pasó en la oscuridad entre los buques chilenos y ancló en el muelle del puerto peruano iniciando inmediatamente la descarga, sin ocuparse de contestar al cañoneo de la flota del país del sur. El Huáscar, ya al servicio de la escuadra chilena, intentó espolonear a la Unión, pero un certero cañonazo de una batería de tierra paró esa intención y además causó la muerte de su comandante, de apellido Thompson.

A las cuatro de la tarde la faena había terminado y sin perder tiempo y, aún cuando el sol no se perdía en el horizonte, la Unión con una hábil maniobra logra romper el cerco de la escuadra chilena, en medio de las hurras peruanas del muelle, del asombro de los marinos chilenos y el aplauso y admiración de los barcos neutrales, que en señal de saludo lanzaron al aire sus sirenas. La Unión llegó al Callao, sana y salva.

Pasada la euforia, los peruanos en Arica comenzaron a desempacar el cargamento que vino en cajas cerradas, dándose con la triste sorpresa de que solo les habían enviado montones de tela blanca y 2 ametralladoras malogradas e inservibles. Piérola se había burlado de ellos y del pueblo peruano en la forma más cruel que se le pudo ocurrir. Este hecho que había levantado la moral peruana en un principio, significó un terrible golpe al ánimo de los defensores del Perú. Respecto a esto, el historiador chileno Vicuña Makena dice: "Este hecho trajo desazón en los espíritus entre la oficialidad y tropas peruanas". Ahora sabían los peruanos del ejército del sur, que estaban abandonados a su suerte y que no recibieran nada de su propio gobierno. Piérola estaba cumpliendo su cometido, facilitar la derrota del Perú.

En este escenario, se dio la batalla de Tacna o Alto de la Alianza, los chilenos avanzaron desde el norte con 18 mil soldados y 1200 jinetes de caballería, con numerosa artillería manejada magistralmente por artilleros ingleses.

El Perú, aliado con Bolivia, opuso 6500 soldados peruanos y 3000 bolivianos, sin caballería y con 12 piezas de artillería. El llamado ejército de Arequipa que había salido de Arequipa dos meses antes, al mando del Coronel Leiva, con 2000 soldados para unirse al ejército de Tacna, jamás llegó, avanzó tan lento que el 26 de mayo, día de la batalla, se encontraba en Mirave a 130 kilómetros de Tacna, de donde regresó a Arequipa. Naturalmente, este mal coronel no llegó a su destino por orden de Piérola, su amigo y coterráneo, ambos eran de Arequipa.

A pesar de la tremenda diferencia de fuerzas, el encuentro fue horriblemente parejo, sobresaliendo el batallón Zepita al mando de Cáceres, y por el lado boliviano, los Colorados hicieron honor a su fama de aguerridos. Ante el tremendo empuje de valor y coraje aliado, el chileno empezó a retroceder y parecía que la victoria sería aliada. Los batallones chilenos retrocedían y estaban a punto de entrar en pánico, a pesar de que sus oficiales sableaban a los que daban la espalda. Sobre esto, Vicuña Makena escribe: "Los batallones chilenos retrocedían y parecía que iban a entrar en pánico, en ese momento la suerte de Chile pendía de un hilo". Lo que decía este historiador era cierto, porque Chile había invertido todo lo que tenía en esta batalla y si la perdía, perdía la guerra, porque le hubiera sido imposible volver a formar otro ejército. Pero en esas circunstancias, se detuvo el avance peruano. Lo que sucedió era que se agotaron las municiones, entonces los chilenos volvieron a la carga y a nuestros compatriotas no les quedó más que batirse a bayoneta. Se perdió la batalla de Tacna y con ello la oportunidad de salvar a la nación. Todo por la traición de un cucufato que se creía Dios, que servía al enemigo, Chile. La derrota del ejército de Tacna, agobió al pueblo peruano, muchas lágrimas se derramaron, al difundirse la noticia, sin embargo, en palacio de gobierno en Lima, hubo fiesta. El 28 de mayo de ese mismo año, dos días después de la batalla, se publicó en el diario oficial del gobierno de Piérola, llamado La Patria, un editorial que empezaba con las siguientes palabras: "Hace dos días atrás fue destruido en Tacna, el último reducto del corrupto régimen anterior", se refería a los mártires del Alto de la Alianza, que todo el Perú lloraba. A ese punto llego la insanía mental de este dictador al servicio de Chile, en el peor momento de la Historia del Perú.

Pasaron los meses y el ejército invasor comenzó a desembarcar cerca de Lima, todos los militares conocedores de su oficio le recomendaban salir al encuentro de esas tropas chilenas que estaban desembarcando para batirlas por separado impidiendo que puedan concentrarse. El diario El Comercio, en sus artículos y editoriales también exigía eso, sin embargo, Piérola reacio al consejo, permanece inmóvil, permitiendo que los chilenos tranquilamente desembarcaran y se trasladaran a Lurín. En el fondo no quería delegar a nadie el mando del ejército, tampoco quería dejar palacio de gobierno, por eso decidió esperar al ejército de Chile, en las puertas de Lima. Así llego el 13 de enero de 1881, en San Juan se dio el primer encuentro del compacto ejército chileno apoyado por su escuadra, contra un ejército peruano totalmente mal dirigido por un ego centrista pechoño, como era Piérola. Naturalmente el resultado no pudo ser bueno para los peruanos, que tuvieron que retroceder hacia la segunda línea colocada en Miraflores.

Terminada la batalla de San Juan, la soldadesca chilena se desbandó y comenzó a saquear las residencias de Chorrillos y cercanías, donde había muchas bodegas de vinos y otros licores, productos que los soldados mapochinos comenzaron a beber en forma desenfrenada, mientras le prendían fuego al pueblo. Preocupado el General Baquedano, comandante en jefe del ejército chileno, le pidió una tregua a Piérola, cosa que este aceptó inmediatamente, naturalmente que tenía que ser así, Piérola, no podía permitir una debacle del ejército chileno.

En la noche, mientras el fuego consumía las casas y residencias y los chilenos se mataban entre si y otros dormían en las calles o deambulaban embriagados por el alcohol, se presentó ante el dictador peruano el Coronel Cáceres, para pedirle permiso y atacar con su batallón de dos mil hombres a los chilenos en la absoluta convicción que con esa acción terminaría con el ejército chileno que se hallaba desbandado y borracho y con ello se ganaría la guerra. Naturalmente Piérola le negó el permiso, aduciendo que le había dado su palabra al comandante chileno de que no atacaría, una prueba más de que este hombre, servía a Chile. Naturalmente, cuando a los chilenos se les pasó la borrachera, se reagruparon y olvidaron la tregua, empezando el ataque contra la segunda línea defensiva que estaba en Miraflores, esto ocurrió a medio día del 15 de Enero. Las mal distribuidas fuerzas peruanas poco pudieron hacer y a Piérola, el comandante en jefe, no se le vio dar ni una sola orden y cuando ya todo estaba consumado, se retiró del escenario hacia Lima. Para no dejar inconclusa su obra contra la Patria, ordenó a todos los soldados depositar sus armas en el cuartel Santa Catalina. Por esta acción, los chilenos cuando ocuparon Lima, encontraron 15 mil fusiles en ese cuartel. Piérola, después de dar esta última orden, huyó a la sierra, pero después de algunos años volvió a la escena política y como es normal el mal de amnesia de nuestro pueblo, fue hecho presidente nuevamente.

Esta es la historia del accionar de Piérola en la etapa de la guerra con Chile, sus actos de flagrante traición a la Patria, deberían haberlo sepultado bajo un montón de tierra, sin embargo, su nombre figura en plazas, calles, clubes, billetes de moneda y otros sitios que debieran estar reservados para hombres que honraron a la nación.

Ahora consideremos lo indignante de la historia del Perú, por la indiferencia y la ignorancia del pueblo peruano que tiende a olvidar su historia, condenándose a repetir los actos bárbaros y desastrosos. Hace 150 años nos gobernaron Mariano Ignacio Prado y Nicolás de Piérola. Lo irónico es que hace años regresó al Perú el hijo del traidor Mariano Ignacio, de nombre Manuel Prado Ugarteche; quién disfrutó de la riqueza robada por su padre y el pueblo peruano lo eligió dos veces presidente del Perú.

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