jueves, 12 de diciembre de 2013

OJITO, OJITO, MUCHO CUIDADITO

Siete muertos en Argentina por los saqueos durante la huelga policial escalonada territorialmente
Por Liliana SAMUEL (AFP) 
Buenos Aires — Siete personas murieron en las últimas horas en Argentina en saqueos durante una huelga policial en varias provincias cuando se cumplen este martes 30 años de la restauración democrática.
Las muertes se produjeron la noche del lunes y las primeras horas del martes en Chaco (noreste), Jujuy (norte) y Tucumán (norte), donde además se registraron decenas de heridos y centenares de detenidos durante los saqueos a comercios y viviendas.
Las revueltas policiales por demandas salariales y los saqueos comenzaron la semana pasada en numerosas provincias y ya habían dejado un muerto en Córdova (centro) y en Entre RÍos (este).
En Chaco, un joven murió por una herida de arma blanca durante saqueos en Resistencia, la capital, mientras que un Sub-Comisario falleció por las heridas recibidas cuando defendía un supermercado, informó el martes el gobierno provincial.
"La situación anoche era descontrolada. Estuvimos a punto de una masacre", denunció el martes el vicegobernador, Juan Carlos Bacileff, al detallar "la situación caótica" que atravesó su provincia por la huelga de policías.
"Estoy consternado por lo que ocurrió en mi provincia. No puedo creer que hemos tenido un respaldo de 60,7% (de votos en las legislativas del 27 de octubre) y se hayan expresado de esta manera", dijo Jorge Capitanich, quien dejó hace tres semanas la gobernación del Chaco para asumir como jefe de Gabinete de la presidenta Cristina Kirchner.
En Tucumán, donde un centenar de policías se mantienen acuartelados, se registraron violentos saqueos la noche del lunes con al menos un muerto y 35 heridos, confirmados por Diego Eskenazi, director del hospital Zenón de Tucumán.
"Nos atacaron tres veces. Los saqueadores se llevaron televisores y electrodomésticos. Andaban en carros y en motos, pero hubo un grupo que se llevó las cosas robadas en una (camioneta Toyota) Hilux y en una (Ford) Eco Sport", contó Ezequiel Pedrosa, gerente de un supermercado tucumano.
El movimiento policial no afectó a las fuerzas federales, de unos 44.000 policías y 34.000 gendarmes, y se limita a algunas del ámbito provincial, donde hay más de 100.000 efectivos, cuyos salarios dependen de cada una de las 24 administraciones provinciales.


Tensión y celebración a 30 años de democracia
En medio de la tensión, el gobierno federal organiza un festival popular convocado bajo el título "Democracia para siempre" en la Plaza de Mayo, frente a la Casa de Gobierno, para celebrar el 30 aniversario de la restauración democrática.
"Hoy celebramos 30 años de ejercicio ininterrumpido de democracia. Eso significa desterrar el odio y la violencia", expresó Capitanich este martes sobre la ola de saqueos.
El 10 de diciembre de 1983 asumió la Presidencia el radical Raúl Alfonsín (1983/89), ya fallecido, tras la dictadura (1976/83) que dejó 30.000 desaparecidos, según organismos humanitarios, y se inició el más extenso período democrático ininterrumpido desde la independencia argentina en 1816.


La presidenta Cristina Kirchner encabezará un acto en el Museo del Bicentenario, lindero a la Casa Rosada (gobierno).


Focos encendidos
La situación comenzó este martes a volver a la normalidad en la mayoría de los distritos afectados por la huelga policial, aunque se mantenían focos de protesta en Tucumán y en Santa Fe (centro-este), la tercera provincia del país por población, según Capitanich.
En Córdoba, unas 300 personas fueron detenidas en los últimos días y "se recuperaron enorme cantidad de electrodomésticos robados en los saqueos", afirmó el gobernador José Manuel de la Sota, quien aseguró que muchos de los saqueadores eran de clase media.
En Tierra del Fuego, en el extremo sur del país, un centenar de policía se mantenían acuartelados, según medios locales.
En la ciudad balnearia de Mar del Plata, 400 km al sur, donde se levantó la huelga tras un acuerdo salarial que casi duplica el mínimo que perciben los policías, el fiscal Daniel Adler dijo que denunció "por asociación ilícita agravada en concurso con sedición" a una decena de "cabecillas policiales y agitadores civiles".
Capitanich insistió este martes en que los violentos pillajes "no estuvieron asociados a alimentos, sino que fueron para provocar daño, con premeditación y planificados".
Los episodios recordaron lo ocurrido en diciembre de 2012, cuando cuatro personas murieron en la agro industrial ciudad de Rosario, 300 km al norte de la capital, en medio de una ola de saqueos que sacudió a otras provincias.

CÓRDOBA ESTUVO DÍA Y MEDIO EN MANOS DE VÁNDALOS POR PARO POLICIAL

 redactor: Víctor alvarado
BUENOS AIRES (AGENCIAS).- La provincia argentina de Córdova, la segunda más importante después de Buenos Aires, vivió este martes hasta el mediodía del miércoles un violento paro policial por mejoras salariales, seguido de un saqueo de los comercios, similar al que experimentaron los limeños el 5 de febrero de 1975, durante el gobierno del General Juan Velasco Alvarado. A diferencia de este, que dejó un saldo de cerca de 80 saqueadores muertos, en este "Cordobazo" solo hubo 02 fallecidos, cerca de un centenar de heridos y un acuerdo final gubernamental favorable a los huelguistas.
La protesta policial irrumpió en la tarde del martes con un acuartelamiento de por lo menos tres mil policías en 10 unidades policiales de la provincia de Córdoba, en realidad una minoría frente a una población de 22,000 efectivos policiales, en una provincia de 3.5 millones de habitantes. Pero por tratarse de policías adscritos a los servicios de prevención, léase el servicio de calle, dejó sin protección a los sectores comerciales de la ciudad, lo que fue aprovechado por sectores marginales para lanzarse a un saqueo generalizado, con apariencia de haber sido previamente organizado.
La protesta policial involucró principalmente a los agentes subalternos, descontentos con los mandos medios y superiores que no se sumaron a la reivindicación salarial.
Los acuartelados en ningún momento dieron la cara y utilizaron una suigéneris estrategia al acreditar al abogado Miguel Ortiz Pellegrini y a un comité de sus esposas para entablar negociaciones con el gobernador provincial, José Manuel de la Sota, al que le expusieron un petitorio de aumento salarial y de mejoras de condiciones laborales, que inicialmente fue rechazado en la noche del martes, pero el producirse los primeros brotes de saqueos, De la Sota reabrió la discusión del pliego en las horas siguientes.
Los rebeldes presentaron un petitorio de 14 puntos resumidos en los siguientes puntos: aumento de salarios de 5,943 pesos argentinos (971.35 dólares) a 13,000 pesos (2,124 dólares), equiparación salarial entre suboficiales superiores y oficiales en jefe; ajuste automático del ítem que se percibe para el uniforme; pago del 100 % de los recargos de servicio; respeto de las horas de descanso, sin que sean recargados, un salario adicional por los días feriados, entre otros, acompañados de la decisión de desarrollar un prolongado conflicto, cuya cara visible fue un campamento de coordinación que hace varios días habían levantado las esposas de los uniformados.

HABLAN LAS ESPOSAS
Las unidades en las que se acuartelaron, adscritas al Comando de Acción de Prevención (CAP), fueron: División Combustibles, Guardia de Infantería, Servicio Penitenciario de Bouwer, El Cabildo, Protección de las Personas, Bomberos, Caminera e Intendencia y en el interior provincial: Villa Carlos Paz, La Falda, Río Primero, Río Cuarto, Cosquín y Villa María.
En el barrio Cerveceros, Yanina, esposa de un policía acuartelado, erigida en una vocera los huelguistas pidió "disculpas a los vecinos" y aseguró que la protesta seguirá "hasta que haya una solución", la que se produjo este miércoles al mediodía. Ivana, la esposa de otro policía declaró al término de la primera reunión de negociación que terminó en el fracaso: 
"Seguiremos hasta que el gobernador nos dé una propuesta coherente, nos ofrece 8.000 pesos, pero en negro y eso deja afuera a nuestros retirados".
Durante la noche y la madrugada, lapso en que se reinició la segunda negociación entre los representantes de los policías y el gobierno provincial, bandas de delincuentes, muchos de ellos en moto, se desplazaron por distintos barrios de Córdoba, asaltaron y causaron destrozos en comercios y supermercados, por la inexistencia de custodia policial, ante la impotencia de comerciantes y vecinos.
Algunos de estos, una minoría, se vieron obligados a emplear armas de fuego para repeler a los atacantes, produciéndose en esta circunstancia la muerte, por impacto de un balazo en el tórax, de un sujeto de unos 20 años, que fue transportado de urgencia hasta el hospital San Roque de Córdova, donde los cirujanos se limitaron a constatar su deceso, según reportó a Radio Vorterix, el director del establecimiento, Daniel Mercado.
Los propietarios de establecimientos, en su mayor parte, se limitaron a observar pasivamente la acción de los vándalos. Algunos de estos aprovecharon el desamparo de la población para asaltar viviendas particulares, produciéndose en estas circunstancia la muerte de un anciano de 85 años por un ataque cardíaco cuando su vivienda era asaltada. En vista del desborde del vandalismo, grupos de de estudiantes salieron en el barrio universitario de Villa Allende, con palos de hockey y otras armas caseras para enfrentar a los asaltantes.

SOLUCIÓN
El miércoles, a primeras horas, en vista del acuartelamiento de los huelguistas, los transportes fueron paralizados, las escuelas, comercios y supermercados se mantuvieron cerrados por precaución, mientras que la policía antidisturbios se empleaba a fondo para impedir la extensión del vandalismo.
Raúl Dotti (55), dueño de un comercio de repuestos de autos y neumáticos, que no fue saqueado, confirmó a AFP que en el centro, "los propietarios contrataron tipos que cuidaban sus tiendas con escopetas, como en el lejano oeste". "Daba la impresión que eran tipos organizados. Muchos estaban en moto. Esto es muy raro, no es hambre. Esto está armado como el 2001", agregó Dotti, en alusión a los saqueos de supermercados durante la gran crisis de diciembre de ese año.
El secretario de Seguridad, Sergio Berni, anunció el envío este miércoles de 2.000 gendarmes a la provincia, en medio de acusaciones cruzadas entre el gobernador de Córdoba, un peronista opositor, y el gobierno federal, sobre la supuesta falta de asistencia al distrito.
En horas del mediodía, el gobernador provincial De la Sota, cedió en toda la línea, a toda luz asustado por la generalización de la protesta policial y firmó un acuerdo, luego de tres horas de deliberación, por el que fija un sueldo básico de 8.000 pesos (1.300 dólares) y de 9.000 pesos para los agentes de calle, aproximadamente un 50% más de lo que estaban ganando hasta ahora y que es la mitad del aumento que reclamaban los policías.
"Acabamos de firmar el acuerdo logrado con el letrado patrocinante y las esposas de los policías, ahora la fuerza policial vuelve a estar al servicio de los cordobeses", anunció.

Presidenta Cristina Fernández no intervino
El gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, a través de su jefe del gabinete argentino, Jorge Capitanich, expresó que respetaban la autonomía de las provincias argentinas y en el presente caso por ser la cuestión estrictamente salarial competía exclusivamente al gobierno de la provincia de Córdoba enfrentar el conflicto. "Hasta el momento el gobierno de la provincia no ha pedido la intervención de la Casa Rosada", dijo en la mañana del miércoles, mientras el gobernador De la Sota apuraba un acuerdo de solución con los policías.
"No hubo un estallido social, operaron bandas de delincuentes organizados que aprovecharon la ausencia policial", afirmó el gobernador provincial José Manuel de la Sota en rueda de prensa, quién en el momento del estallido del acuartelamiento policial estaba en Panamá y regresó en la misma tarde del martes para encarar una solución del conflicto, según reportó el corresponsal de teleSUR en Argentina, Edgardo Esteban.

El Día Que Estalló la ciudad de Lima 
El "Limazo I "

Hace 35 años, del 5 de febrero de 1975 al 5 de abril del 2010
Arde el Centro Cívico de Lima y amenaza al diario "Correo", entonces (1975) tomado por el gobierno militar. A la derecha, un saqueador pierde un pie.

El `Limazo' de 1975 -esa orgía de vandalismo y saqueo desaforado- que se desató en las grandes ciudades del Perú, en las que el bienestar y la miseria contrastan dramáticamente, la química social es inestable y el estallido siempre posible si se juega irresponsablemente con las ilusiones legítimas de la gente, en este caso los reclamos ignorados, las demandas nunca escuchados, de la Policía Nacional del Perú.
Era el 5 de febrero de 1975, empezó con una llamada telefónica a las 5 de la madrugada :
-¿Sabe usted que hay una revolución? -dijo una mujer anónima-.
¿Que en este momento el Ejército está atacando al Cuartel de Radio Patrullas en La Victoria?
Me vestí apresuradamente y dirigí mi entonces muy trajinada carcocha hacia la avenida 28 de Julio, escuchando los disparos a medida que me acercaba.
De vez en cuando el tronar de una ametralladora pesada opacaba al resto.
Ya clareaba el día cuando alcancé, como parte de un gentío excitado, la esquina con Andahuaylas, divisando el muro del cuartel y un patrullero aplastado frente al portón principal. Un tanque le había pasado por encima derribando el portón y terminando con toda resistencia.
Vi un charco de sangre al lado de una pared lateral marcada por impactos de bala y en el vecindario circulaban versiones de una masacre dentro del cuartel, y de la fuga de guardias hacia las casas aledañas. Después la agencia Reuters hablaría de 30 muertos en Radio Patrullas mientras el gobierno reduciría las bajas a 6.
Con los diarios confiscados, y la radio y televisión tomadas por el gobierno militar, la mayoría de la población no estaba al tanto de que había una huelga policial.
Esta se originaba en un reclamo salarial, pero lo que había desatado la confrontación era un incidente ocurrido en Palacio, en el que un general había abofeteado a un guardia por permitir que un periodista se acercara demasiado al auto presidencial.

Cacería en la Avenida Emancipación.
A las bajas frente a la tienda de ropa nadie las toca. Derecha, Cuando los gases lagrimógenos no sirven para nada.

Unos 1,000 policías se habían concentrado en Radio Patrullas, el cuartel de la 41 Comandancia, en gesto de rebeldía y protesta el día anterior, y la ciudad estaba sin custodios.
Las negociaciones durante la noche fracasaron y a las 3 de la madrugada el cuartel fue rodeado por tropa y blindados, los que atacaron después de que un coronel diera un cortísimo ultimátum, de diez segundos, con un megáfono.
Un fotógrafo de CARETAS, Juan Vilca, había logrado ingresar al cuartel el día anterior, e intenté hacer averiguaciones. Fue imposible acercarse y los que buscábamos cruzar la calle éramos alejados con tiros al aire. Era el epílogo nervioso de la batalla. (Después resultó que Vilca estaba apresado en la Prefectura)
Un grupo de policías fue sacado con las manos en la nuca por la puerta de Bausate y Mesa, pero cuando llegué después de dar el rodeo necesario ya habían desaparecido.
Aparecieron los diarios sin una palabra sobre los acontecimientos y hubo gente que en su indignación rompió ejemplares en la calle.
Entonces llegaron las primeras versiones que estaban saqueando tiendas en la Plaza Manco Cápac, y caminé hacia allá en una zona desprovista de vehículos y con mucha gente que corría.
Algo de desbarajuste capté antes de divisar con alarma las primeras columnas de humo en el centro de la ciudad y me dirigí apresuradamente hacia allá.
En la Vía Expresa yacía una caseta de tránsito arrojada desde un puente.
A llegar a la Plaza San Martín y asomarme al Jirón de la Unión presencié la primera escena de saqueo masivo. Al parecer los comerciantes habían sido sorprendidos sin tiempo para bajar las cortinas de seguridad. Hombres y mujeres salían cargados de ropa, artefactos eléctricos, comestibles y todo tipo de artículos, y a veces algunos de los saqueadores que llevaban una carga excesiva eran despojados por otros.
A lado mío se detuvo un motociclista con casco para observar también, y después de comentar con un extraño estusiasmo "¡qué bestias, ¿no?!", partió.
Llegué a la revista"Caretas" para reclutar reporteros y fotógrafos porque la edición había cerrado el día anterior, pero ya todos habían acudido y estaban trabajando. Volví a salir.


Entrando y saliendo en el saqueo nadie ayudó al herido, que se desangró.
El caos era cada vez mayor y más destructivo.

Una inmensa humareda se cernía sobre la ciudad. Provenía del incendio del Centro Cívico, donde el ministro de Comercio general Luis Arias Grazziani había salido con una metralleta para intentar impedir la acción de los vándalos.
El local del Círculo Militar en la Plaza San Martín fue despanzurrado y se dice que alguien entró con una tea al Club Nacional, pero que al encontrarse con el entonces presidente de la institución Miguel Mujica Gallo, optó por salir desconcertado, `Gaviota' le habría dicho en los términos más enérgicos: "¡Jovencito, aquí está prohibido fumar!"
Los locales de los diarios Correo, Expreso y La Crónica en poder del gobierno fueron atacados, pero la borrachera del saqueo no tenía necesariamente bandería política y del vandalismo tampoco.
El gobierno recién reaccionó a las 2 de la tarde cuando salió una columna de tanques de la División Blindada y tropa de otros cuarteles.
Una turba se había acercado a la embajada de los EE.UU. amenazadoramente cuando se oyeron algunos cañonazos de advertencia y un diplomático norteamericano acuñó una frase notable: "¡Gracias a Dios por los tanques rusos!"

El desorbitado fenómeno fue la pena de muerte del velascato.

Entonces comenzó la verdadera balacera. En los manuales de los corresponsales de guerra se dice que más seguro resulta alejarse de las calles silenciosas en ciudades convulsionadas, porque allí están los francotiradores y los polígonos de tiro más peligrosos. Ese principio no regía el 5 de febrero de 1975 en Lima. Los disparos podían venir de cualquier esquina con patrullas de soldados novatos -muchos serranitos imberbes- con el corazón acelerado y el dedo en el gatillo.
Fuimos optando por observar los acontecimientos desde el techo del edificio La Nacional y algunas de las memorables fotos de estas páginas fueron captadas desde allí.
El blanco del saqueo era una tienda de ropas El en la Av. Emancipación. En la acera yacía un muerto y un herido que se desangraba, pero la turba pasaba sobre ellos al entrar y salir cargada de lo que quedaba. Periódicamente una tanqueta aparecía para espantar a la gente, disparar hacia el interior del local como quien lo fumiga de insectos, y seguir su ronda.
El muerto y el herido permanecían allí, y los saqueadores volvían a aparecer para llevarse los restos: un cenicero, un inodoro. A lo lejos vimos un helicóptero que parecía disparar hacia Chacra Colorada.
Se supo que el gobierno había decretado un toque de queda que regiría a partir de las 8 de la noche. Recordé que había dejado mi auto en La Victoria, pero con tanto saqueo consideré que nadie prestaría atención a semejante vejestorio. Así fue.
Al retirarnos de la azotea observamos a un desconocido junto a nosotros, un chico de unos 15 años, que llevaba puesto un terno nuevo que le quedaba enorme.
Al darse vuelta vimos la etiqueta y el precio. Lo sujetamos, le dimos un sermón y un buen susto, pero después lo soltamos quitándole la etiqueta de la manga. No le fuera a caer un tiro.



Advertencias de grueso calibre. Abajo, Saqueando los restos.


LA "SEPARATA"
CARETAS logró imprimir un encarte de ocho páginas que apareció con la edición Nº 509 un par de días después. El gobierno pronto la requisó, pero sólo parcialmente. Los canillitas escondían los ejemplares y luego los vendían a buen precio.
Ante este fenómeno el departamento de Doris Gibson, que quedaba en el mismo edificio La Nacional, fue allanado cortés pero infructuosamente. Después ella viajó a Arequipa con una maleta llena de los ejemplares prohibidos, como si fuera un cargamento de heroína.
Aventuras de la época, pero lecciones para el futuro.
Lima es una de esas ciudades que puede explotar en cualquier momento, Los gobiernos autoritarios que juegan con las expectativas del pueblo pueden estimular el caos y la violencia, y después verse obligados a tomar las medidas más drásticas para restaurar el orden.
El `Limazo' dejó más de 100 muertos comprobados, por lo menos 1,000 heridos de bala y daños materiales enormes. El toque de queda se mantuvo durante meses.
!!Fue la oposicion al regimen militar, y puede ser el principio del fin de la dictadura del gobierno aprista!!
Dicen que Lima es una ciudad conservadora y timorata, que no se compara con otras ciudades latinoamericanas que se han alzado contra dictaduras y falsas democracias. Quienes dicen esto no tienen suficiente memoria histórica para saber de lo que esta inmensa ciudad, equívocamente llamada de los reyes, ha sido capaz de hacer desde lejanas jornadas montoneras, hasta una larga lista de huelgas obreras, insurgencias urbanas y generalizados cierrapuertas. Pero entre los recuerdos más inquietantes están los del paro de la policía del 5 de febrero de 1975.
En plena canícula veraniega y sujetos al duro puño del gobierno del General Velasco, que creía mantener un control total sobre los acontecimientos, eran muy pocos los que podían imaginar que un día de esos la ciudad se convertiría en un campo de batalla. Los primeros días de febrero crecía un rumor sobre la posibilidad de una huelga policial. Se hablaba de demandas económicas, pero lo que se consigna como el desencadenante de la lucha es un incidente que se produjo entre un edecán militar y un sargento de la policía que fue insultado y abofeteado por el oficial del Ejército, que le reprochó haber dejado que los periodistas se aproximen demasiado al presidente.
Esto quiere decir que en el fondo de la protesta había un resentimiento profundo por el papel al que la institución policial, y en particular su rama más numerosa, la Guardia Civil, habían sido relegados dentro del régimen. La idea de que los militares los trataban como de una categoría inferior estaba en el corazón de los policías, así que cuando hubo que unirse contra la casta dominante la respuesta fue masiva. Al comienzo de la mañana, todo parecía extrañamente normal. Aunque no hubiese policía en las calles, la gente se dirigía a sus trabajos. Todo funcionaba.
Sin embargo, el rumor de los días anteriores ahora era la conversación de todo el mundo. Ha habido un enfrentamiento en el Cuartel de Radio Patrulla, en La Victoria y hay decenas de policías muertos, el Ejército se metió con tanques, era lo que se comentaba en todas partes. Era verdad un tanque había derribado las puertas pasando por encima de los patrulleros puestos como protectores. Los soldados habían ingresado al patio donde estaban los policías y habían disparado sobre ellos. Nunca se supo cuántos murieron y más o menos como ocurre con Bagua, quedaron flotando versiones sobre cientos o decenas de muertos, camiones con cadáveres y entierros clandestinos.
Los policías de Radio Patrulla salieron detenidos, embarcados en camiones militares, en escenas que evocaban precisamente las muchas veces que la policía llenó de obreros, campesinos o estudiantes, sus propios camiones con rumbo a las prisiones. Pero esa era la huelga de los que normalmente combaten las huelgas. Es decir, el Estado se había peleado con su propio brazo represivo. Y el resultado fue catastrófico, porque mientras se debelaba el movimiento, la ciudad reventaba en caos. Saqueos y ataques a edificios emblemáticos y medios de prensa, causaron las horas de terror más inciertas que se recuerden en el país. La huelga de los policías se convirtió en tiempo de vándalos.
Eran más o menos las 11 de la mañana cuando los trabajadores empezaron a salir de sus centros de labores porque el gobierno había decretado el cese de labores, la emergencia y el toque de queda y había sacado a los soldados a las calles. La ciudad se iba a llenar de incendios, destrozos y cadáveres.

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