martes, 12 de abril de 2011

¿HASTA CUÀNDO EL SILENCIO DE LOS ALTOS MANDOS?

Guido Farfán Valdivia
Crl (r) EP
El silencio de los Altos Mandos de las cuatro fuerzas, opaca el grito reivindicativo de las mayorías y encierra rabia contra la humillación y la ignominia de que históricamente venimos siendo objeto.

¡No!, fue el silencio sin alternativa de los que muy pronto, desde los primeros días de ser designados Altos Mandos de las FFAA y PNP, aprendieron que estaban condenados a callar, y más aún, a no alzar la voz. Tempranamente supieron que callando aseguraban sus cargos, a no ser maltratados, que con el silencio mantendrían el aliento cuando menos hasta el año siguiente. Fue el silencio insondable de los derrotados por la mente perversa de quienes los designaron.

Cada grupo planteó lo suyo. Múltiples actores, de distinta extracción y procedencia, reclamaron al unísono por la solución simultánea de sus acuciantes demandas de todo orden y género, y de muy distinta magnitud. En suma, como nunca se había visto antes en el país, todos plantearon todo.

Sin embargo a pesar de todas las dificultades y restricciones, hoy hay mejores condiciones de lucha que en el pasado. A los miembros de las FFAA y PNP nos falta vinculación nacional. Nuestras protestas han sido siempre grupales.

A diferencia de los más célebres “Paros civil–Militar-Policiales” que se dieron en las últimas décadas del siglo pasado, incluyendo la primera década del actual, en los que las reivindicaciones fueron coordinadas, procesadas y consolidadas por las bases, esta vez hubo una explosión de demandas. Sin orden ni concierto. Sin que ninguno entre los protagonistas tuviera ocasión de cuantificar las demandas y de evaluar las posibilidades de obtener resultados satisfactorios mínimos, de continuar así, nuestras demandas llegaràn sòlo a la mesa de partes del Congreso ¿y de ahí?, dormirá en la carpeta de los recuerdos.

Ya comenzamos con formar un partido político netamente de pensionistas, de las diferentes leyes y de las diferentes condiciones, sòlo falta engrosar sus filas y unirnos todos los que nos encontramos en esta condición, y hacer una agrupación política fuerte y solida, para llegar al poder y al congreso, solos sin alianzas ni contubernios.

De mantenerse esa inercia, cualquiera será el día, difícil de precisar pero inexorable, en que mujeres y hombres, jóvenes y ancianos, quechuas, aymaras y castellano parlantes, costeños, cordilleranos y amazónicos nos hartemos de la espera. El día en que nos saturemos de incubar rabia ante el deplorable atraso y la vergonzante miseria que nos abruma y enerva.

Llegara el día que digamos basta ya: terminemos con la “deuda social embalsada”, basta ya de corrupción, de mentiras, de injusticias y de abusos; basta ya de cinismo, de mediocridad y de improvisación gubernamental; basta ya de inacción, de falta de decisión y de coraje.

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