miércoles, 20 de abril de 2016

UN MENSAJE PARA TI DE VALIA BARAK

Soy hermana de militar, prima hermana de militar, nieta de militar, nuera de militar y tengo muy buenos amigos y amigas militares. Sé de su compromiso y de esa mística que no deja de sorprenderme. Tras estos últimos hechos de sangre y muerte no hemos salido a las calles para levantar nuestras voces de protesta contra los delincuentes narcoterroristas ni a manifestar nuestro apoyo a los integrantes del Ejército, la Marina y la Aviación.
En algún momento, se cruzó por mi mente la idea de hacer el servicio militar voluntario y era básicamente porque me atraía el tema del esfuerzo físico, de retarme y persistir hasta alcanzar la meta… pero se me fue rápido… No solo porque soy floja para los ejercicios, sino, sobre todo, porque no me gusta que me den órdenes y no termino de comprender ni aceptar aquello de que “las indicaciones se cumplen sin dudas ni murmuraciones”.
Para llevar el uniforme, hay que tener un carácter especial, un compromiso real con la defensa de la patria y una capacidad de entrega a prueba de balas.
Lamentablemente, nuestro país mantiene una relación amor – odio con las Fuerzas Armadas. Situación que no ha cambiado a pesar de que el actual presidente vistió el uniforme del Ejército Peruano y su elección generó expectativas de mejoras entre sus colegas y sus familias, pero todo no pasó de una ilusión que se transformó en frustración.  
La misma desazón que genera la manera en que Humala y compañía trataron todo lo relacionado con la emboscada a una patrulla del Ejército un día antes de las elecciones generales. Este ataque que acabó con la vida de ocho militares, integrantes de la 31ra Brigada de Infantería del Componente Terrestre del Comando Especial VRAEM, y dos civiles. Ellos trasladaban material electoral de la localidad de Santo Domingo de Acobamba a Matrichacra.
Aunque al principio las autoridades minimizaron el hecho y no dieron a conocer la real cifra de muertos que dejó este ataque narcoterrorista, poco después se conoció la real magnitud de los hechos y una vez más comprobamos que no hay peor mentira que la verdad dicha a medias. Más aún porque hace solo unos meses, en su mensaje a la nación por Fiestas Patrias, el presidente dijo que “el narcotráfico ya no es un poder paralelo en el VRAEM”.
Peor aún, horas después de la emboscada en la que también dos civiles perdieron la vida, una nota informativa dio cuenta de que un marino resultó herido tras un enfrentamiento con una columna senderista en la localidad de Mayapo en Llochegua, Ayacucho.
Pese a ello, los miembros de las Fuerzas Armadas brindaron – como en cada proceso electoral – las garantías necesarias para que los comicios se desarrollaran con normalidad.
Y nosotros, los civiles, también tenemos lo nuestro. Nos acordamos de los militares cuando estamos ante situaciones especialmente difíciles porque es una de las pocas instituciones que impone respeto y a la que le reconocemos autoridad. Sin embargo, tras estos últimos hechos de sangre y muerte no hemos salido a las calles para levantar nuestras voces de protesta contra los delincuentes narcoterroristas ni a manifestar nuestro apoyo a los integrantes del Ejército, la Marina y la Aviación. No, nos hemos limitado a mostrar nuestra indignación, pero de manera muy cómoda desde las redes sociales. Así de incoherentes somos y con esa falta de consecuencia nos comportamos.
Cierto es que como en todo grupo humano, dentro de los militares hay toda clase de seres humanos. No se puede generalizar como hacen muchos organismos no gubernamentales que no terminan de entender cómo funcionan las cosas en las instituciones armadas. Si lo comprendieran no tendríamos a los valerosos Comandos de la Operación Chavín de Huántar con procesos interminables, sometidos a presiones y desprestigio, después de haber protagonizado una de las acciones más impecables, reconocida a nivel mundial.
Yo espero que el próximo gobierno sepa darle a los integrantes de nuestras Fuerzas Armadas el lugar y respeto que merecen. Que no olvide que allá donde solo llegan los valientes, a cientos de kilómetros de Palacio, hay peruanos que tienen puesto el uniforme de la patria, dispuestos a dar la vida por ella.

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