Alianza por la
Reivindicación de las FFAA y PNP .
MOCIÓN DE SALUDO
El Presidente de la Comisión
Ejecutiva de la Alianza por la Reivindicación de las Fuerzas Armadas y Policía Nacional, a nombre
de las Asociaciones que la integran, saluda al Sr.Crl. PNP Carlos RODRIGUEZ
Hurtado,” con motivo de celebrar en la fecha el XXV aniversario de fundación de la Policía
Nacional del Perú, haciendo votos por que siga manteniendo el respeto y admiración a sus héroes, cariño a vuestra Policía Nacional, importante Institución del
país y que permanentemente avive el fuego
sagrado del amor a la patria, de igual manera los exhortamos a continuar
manteniéndonos unidos hasta conseguir de manera definitiva la reivindicación de
la Familia Militar Policial en los aspectos económico, político, social y
moral.
Lima, 30 de agosto de 2015
Fdo)
Vicealmirante MGP
Francisco Vainstein Borrani . Presidente
Vicealmirante MGP
Francisco Vainstein Borrani . Presidente
III
ANIVERSARIO DÍA INSTITUCIONAL PNP Y XXVII
DE SU CREACIÓN
DISCURSO
DE ORDEN PRONUNCIADO POR EL CORONEL PNP ® JUAN GERARDO ALVA SÁNCHEZ,
VICEPRESIDENTE DE LA ADOPAIP – 2015
Sr. General de
Brigada EP, representante del Sr. General de Ejercito Comandante General del
EP.
Sr. Capitán de
Navío AP, representante del Sr. Vicealmirante AP Comandante General de la M de
G del Perú
Sr. Coronel
Fuerza Aérea, representante del Sr.
General del Aire Comandante General de la FAP
Sr. General PNP,
representante del Sr. Teniente General PNP Director General de la Policía
Nacional del Perú
Sr. Teniente
General PNP Presidente de la Asociación de Oficiales Generales de la Policía
Nacional del Perú
Sr. Coronel
PNP Presidente de la Asociación de
Oficiales de las FFAA y PNP – ADOFAIP
Sr. Coronel
PNP Presidente del Consejo de Vigilancia
de la Asociación de Oficiales de la FFAA y PNP - ADOFAIP
Srs. Oficiales
Superiores de las FFAA y PNP, presidentes y representantes de las Asociaciones
de las FFAA y PNP, e Instituciones Cívico Militares
Srs. Oficiales de
las FFAA y PNP
Srs. Empleados y
trabajadores de la Asociación de Oficiales de la FF AA y PNP – ADOFAIP
Damas y Caballeros:
Expreso
mi saludo cordial y fraterno a tan selecta y distinguida concurrencia, cuya
presencia engalana nuestra ADOFAIP, legendario bastión de lucha en defensa de
los derechos de los miembros de las FFAA y PNP, dándole así, el marco de
solemnidad y prestancia a esta significativa ceremonia, en la cual rendimos
homenaje a la Policía Nacional del Perú, con ocasión de celebrarse este 30 de
agosto, el III Aniversario de su “Día
Institucional”, establecido como efemérides, en el Decreto
Legislativo N° 1148, del 10 diciembre del 2012, Ley de la Policía Nacional del Perú; a la vez, tributar el merecido
homenaje, en su día jubilar, a Santa Rosa de Lima (Isabel Flores de Oliva), Patrona
de Lima y del Perú (1,669), de América, Filipinas y las Indias Orientales
(1,670); años más tarde, declarada Patrona de la Policía Nacional, conforme al Decreto Supremo Nº 0027-89-IN,
publicado el 18 setiembre 1989.
Por
tal motivo, expreso mi agradecimiento al Presidente de la ADOFAIP y a los
miembros del Consejo Directivo, por concederme el honor y confiarme la
responsabilidad de pronunciar el Discurso de Orden, ante tan notable auditorio.
Esta
fecha, nos permite al mismo tiempo, destacar y conmemorar un hecho
significativo que, en esencia, resulta el motivo principal de este homenaje, el Vigésimo Séptimo (XXVII) Aniversario de creación de tan emblemática
institución, cuando por Ley N° 24 949,
del 06 diciembre de 1988, se modifica
la Constitución Política del Perú, en los artículos relativos a las Fuerzas
Policiales, entonces conformadas por la Guardia Civil (GC), Policía de
Investigaciones, (PIP) y Guardia Republicana (GR); columnas del orden interno,
paz social y tranquilidad públicas, reemplazando sus nombres, primero, por los
de Policía General, Policía Técnica y Policía de Seguridad, eliminándolos luego,
del contexto jurídico legal, más no del imaginario social, identificándolas
bajo caracteres numéricos, según su especialidad, al mejor estilo de un producto
industrializado, rebautizándolas como: Código 1, Código 2, Código 3, Código 4,
Código 5; entendiendo quizás sus autores, que la policía debería responder digitalizada
por impulsos electromagnéticos o electrónicos y no por la razón o la convicción
del deber asumido; propósito que no prosperó, precisamente porque tal criterio
no fue técnico ni profesional; no se entendió que el quehacer policial no
responde a imposiciones o consideraciones de coyuntura política sino a aspectos
eminentemente técnicos y profesionales; humanos y morales; de solidaridad, mística
institucional y de doctrina; de vocación de servicio, de sentido del
cumplimiento del deber y de responsabilidad policial, encarnados en las tres instituciones
policiales, cada cual profesional y competente en el ámbito de sus respectivas
especialidades; así, la Guardia Civil, en materia de prevención de faltas y
delitos, orden público y control del tránsito; la Policía de Investigaciones,
en asuntos de investigación de delitos, identificación de personas, seguridad
de dignatarios y apoyo a la justicia; la Guardia Republicana, en temas de
seguridad de los servicios públicos esenciales, establecimientos penitenciarios, cuidado y vigilancia de las fronteras;
dándose así nacimiento a la actual Policía Nacional, que en adelante asumiría
tales funciones, en el marco de una nueva estructura organizativa,
administrativa y operacional. Cabe hacer notar que en este proceso de
adecuación de la Policía Nacional, también se incluyó a la Sanidad de
las Fuerzas Policiales, denominada luego Dirección Ejecutiva de la PNP.
Hablar
de la Policía Nacional, independientemente de las denominaciones que pudiera
haber tenido a lo largo de su historia, es para muchos de nuestra generación, evocar
desde la infancia la imagen de aquel policía de la esquina, de aquel amigo del
barrio, del ángel de la calle y de la noche, con uniforme o vestido de civil,
que representando a la institución, se constituye en el símbolo del amparo, de
protección y de ayuda; de orientación, guía y consejo; de valor, sacrificio y
entrega; de cuidados, auxilio y defensa de nuestros semejantes, para socorrer
ante el infortunio y la adversidad, al débil, al desvalido, al niño, a la
mujer, al anciano, aliviando o evitando su sufrimiento, procurando garantizar y
restablecer su tranquilad, seguridad, paz y sosiego; cualidades y virtudes que
aunque aparentemente no se pongan de manifiesto o se perciban en determinadas
circunstancias, siempre están presentes en el quehacer cotidiano de todo buen
policía; hombre abnegado y necesario, que de adultos aprendimos a conocer y a
comprender ingresando a las filas de la institución, al servicio de su causa y elevada
misión y que, luego, en el retiro y casi en el ocaso de nuestras vidas,
extrañamos, apoyamos y defenderemos hasta el último hálito de nuestras vidas,
pues entendemos que la imagen descrita y el prestigio de la Policía Nacional,
al lado de las Fuerzas Armadas, constituyen el soporte humano y espiritual, columnas
sobre las cuales se sostiene la seguridad y el desarrollo del país y la
esperanza de una sociedad que clama por la paz social, la tranquilidad
pública y la seguridad ciudadana, tan
venida a menos en los últimos años.
La
dimensión e importancia de la conducta y actitud que asume cada policía, en el
cumplimiento de su deber, en su plano de apostolado, se vincula, con el
precepto bíblico que expresa: “todo
cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable,
todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio en el comportamiento de aquel que
lo demuestra es meritorio y digno de elogio”, (Flp. 4.8);
en tal sentido, el comportamiento del policía orientado a poner en práctica y
ejercitar tales virtudes, merece nuestra consideración y respeto, naturalmente
reconociendo que, como en toda actividad humana, hay quienes, siendo los menos,
incumplen su deber, defraudan,
distorsionan, traicionan y menoscaban la imagen de la institución,
elementos perniciosos a quienes también, desde el interior de sus filas, la
propia institución combate y erradica.
La
vocación policial, cultivada y fortalecida, no sólo en las escuelas de
formación, sino también en la práctica del servicio y con el ejemplo de
nuestros antecesores y de nosotros mismos, al dejar las filas institucionales,
es una virtud,
que impone esa disposición habitual y firme para hacer el bien, y permite a
quien la posee, no sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí; en tal
sentido, la actuación del policía, hombre
y mujer, se orienta hacia el bien, lo busca y lo elige con todas
sus fuerzas, física, mental y espiritual, a través de acciones concretas; allí están las misiones asignadas de manera general y tareas
especializadas que cumple cada uno de sus efectivos en las diferentes
reparticiones policiales, no sólo en la ciudad, también en caseríos y pueblos
alejados del radio urbano, muchos en zonas inhóspitas y carentes de los
recursos más elementales para la supervivencia del ser humano; tal como se recoge
en los versos del himno policial: allí “donde
exista el peligro, donde clame el dolor, siempre habrá un policía (…),
sin fatiga y sin tregua, presto a
servir y dar lo mejor de sí, incluso la vida, si fuera preciso, poniendo en
práctica aquellas cualidades y virtudes que caracterizan el ejercicio de su
misión.
La
Constitución Política del Perú, reconoce, interpreta, traduce e
institucionaliza esta imagen, cuando en su Artículo 166°, establece: “La Policía Nacional tiene por finalidad
fundamental garantizar, mantener y restablecer el orden interno. Presta
protección y ayuda a las personas y a la comunidad. Garantiza el cumplimiento
de las leyes y la seguridad del patrimonio público y del privado. Previene,
investiga y combate la delincuencia. Vigila y controla las fronteras”.
La
conmemoración del Día Institucional y
del 27° Aniversario de creación de la
Policía Nacional, nos muestra una Institución policial con nuevo rostro, con un
accionar y una respuesta diferente frente a la criminalidad y a la inseguridad
ciudadana, respuesta que se enmarca en una nueva concepción organizativa y
estructural, con renovada orientación administrativa, estratégica y
operacional, que trata intensamente de frenar la todavía imparable ola
delincuencial, en sus diferentes formas y manifestaciones, que amenaza
desbordar el equilibrio y control social en muchas zonas de nuestra patria;
accionar y respuesta que busca mantener, asegurar y restablecer, cuando y en
donde sea necesario, el orden y la tranquilidad pública alterados, naturalmente
en armonía con las leyes, valores y principios vigentes en todo estado de
derecho y que, si bien hasta el momento, no se logra neutralizar y frenar el
accionar delincuencial en la medida de lo esperado y reducir de manera
significativa su índice de crecimiento, también es verdad que hay importantes
avances en la lucha que se libra contra este flagelo social; no debemos olvidar
que la actividad policial se desarrolla en diferentes frentes, complejos y
difíciles: el narcotráfico aliado con rezagos subversivos; la convulsión
social, alentada por intereses de grupo, con orientación política, económica y
sindical que se traducen en protestas callejeras, destrucción de la propiedad,
atentados contra la vida e integridad física; desconocimiento del principio de
autoridad y agresión a las fuerzas del orden; criminalidad organizada, con secuestros,
sicariato y extorsiones; delincuencia de cuello blanco y alta corrupción,
acentuados en los niveles de poder
político y poder económico; hechos que se encuentran diseminados por todo el
país y en los diferentes estratos sociales; ámbitos en los cuales la policía libra
una dura batalla, impone y restablece el orden y eso es meritorio.
La
solución al problema del incremento de los índices delincuenciales y de la inseguridad
ciudadana no es atribuible única y exclusivamente a la Policía Nacional, como
se pretende; es cierto que la tarea de prevenirla, investigarla y combatirla,
es de su competencia y absoluta responsabilidad, y desde luego que la cumple,
con tesón, abnegación y sacrificio, pero también es verdad, que la disminución
de su incremento, en estricto, pasa necesariamente por la participación activa
de la familia, de la escuela, universidades, empresas, instituciones públicas y
privadas, de los medios de comunicación, de la sociedad en su conjunto, cada
cual en el rol que le compete; la inercia, indiferencia o falta de compromiso
de alguno de ellos, son factores que inciden en su génesis y en su crecimiento
y no podemos trasladar su responsabilidad a quien no es origen o causa de su
incremento, eso es injusto o cuando menos un error. Es pertinente destacar que
la lucha contra el delito, a nivel policial se da en dos momentos claramente
diferenciados, interrelacionados e interdependientes: el antes de la
comisión de los delitos, esto es la prevención, y el después de
ocurrido el hecho, la investigación policial del ilícito penal; a
los extremos debemos distinguir el origen e incremento de la conducta
delictual, por un lado y, la reeducación o readaptación del delincuente, por otro;
extremos cuya responsabilidad compete a otras instancias u órganos del Estado y
a la propia ciudadanía.
La
Policía Nacional, en sus 27 años como tal, es todavía una institución joven,
pero con una característica muy singular, lleva implícita un historial de gloria y heroísmo, no siempre reconocido
en la dimensión y magnitud del esfuerzo, sacrificio y entrega de muchos de sus
integrantes; por obvias razones, sólo evocaremos a algunos de sus héroes,
quizás los más emblemáticos, sin restar por ello el mérito y la importancia de las
acciones de otros tantos paladines institucionales igualmente valiosos; en la
Guardia Civil: Mariano Santos Mateo, Alipio Ponce Vásquez, Horacio Patiño
Cruzati; en la Policía de Investigaciones: Alcides Vigo Hurtado, Félix Tello
Rojas, José Penza Ventocilla; mención especial merece aquí, la Sub Oficial
Femenina, Sofía Custodio Mita, primera mártir mujer, asesinada arteramente por
un destacamento terrorista en 1985, en un caso típico de “aniquilamiento
selectivo” a efectivos policiales; en la Guardia Republicana: tenemos a Juan Benítez Luna, Alfonso
Conchatupa Morales, Fidencio Huayasco Alegre; en la Sanidad de las FFPP:
Enrique Torres Gonzales, José del Carmen Huamán Muñoz; las circunstancias
fueron diversas es cierto, pero la misión una sola: la defensa de la patria y
de la sociedad; algunos inmolados en combate durante los conflictos armados contra
el enemigo exterior, otros en la lucha contra las guerrillas o movimientos
subversivos, muchos en el restablecimiento del orden público y otros tantos en
la lucha contra el narcotráfico y la delincuencia común.
En
el marco de su nueva estructura, como Policía Nacional, son también innumerables
los mártires de la institución, así tenemos: al Mayor PNP Felipe
Bazán Soles, desaparecido el 05 junio del 2009, durante la revuelta de los
indígenas en Bagua, conocida como el “baguazo”; la Capitana PNP Nancy Flores
Paucar y el SO3 PNP Lander Tamani Guerra;
abatidos en la zona de Kiteni, en abril del 2012, cuando realizaban operaciones
de apoyo aéreo, para el rescate de trabajadores del Consorcio Camisea,
secuestrados por narcoterroristas; del Sub Oficial PNP César Antonio Vilca
Vega, abandonado, torturado y masacrado en las mismas circunstancias, el 03 de
mayo de ese mismo año, en la zona de Alto Laguna, paraje inhóspito en la
espesura de la selva; en fechas más recientes, el asesinato del Comandante PNP, Pedro Pablo
Guerrero Gilberti, a manos de seis delincuentes, el 31 diciembre 2014, al
intentar frustrar un asalto en el Cercado de Lima; de los
Sub Oficiales Yimmi Quispe Yarín y Antony Cortez Villasante, en Ocuviri, Puno, en enero 2015, durante protestas anti mineras (1); todos
ejemplo de pundonor, entrega y sacrificio en el cumplimiento del deber. Honor y
Gloria a su memoria; la ciudadanía y el Estado, están en deuda con ellos; que
no ocurra lo que algún historiador dijo alguna vez: “El
Perú es un país ingrato con sus héroes, porque tenemos una sociedad que no
perdona el éxito, que proscribe el triunfo y enloda a los que sobresalen; pero a la vez el
fracaso se castiga implacablemente y se hace leña del árbol caído” (2).
La
Policía Nacional vive hoy una nueva etapa de su historia, atraviesa un complejo
y delicado momento generacional en el que trata de afirmar su nuevo perfil, y
adecuar sus cuadros a los cambios que la modernidad, la innovación tecnológica
y la dinámica social en los tiempos actuales exigen. La delincuencia de antes no es la
delincuencia de hoy, las estrategias, tácticas y técnicas del ayer no son
eficaces contra la delincuencia actual, más violenta, más cruel y más
despiadada, muchas veces con mejores recursos tecnológicos, económicos y
artificios legales; los delincuentes y los policías del pasado no son los
mismos, no se puede combatir la delincuencia con esquemas desfasados, no solo
en temas de logística, inteligencia, estrategias de prevención y combate contra
la delincuencia, el cambio de planes, estrategias y tácticas, es crucial, la
Policía Nacional, sabe hacerlo; es por ello que los logros que actualmente consigue
en su lucha contra la criminalidad, son tan meritorios como en el pasado; uno
de aquello, quizás el más importante sea la captura del cabecilla terrorista
Abimael Guzman Reynoso, el más sanguinario y despiadado asesino del país, el 12
setiembre 1992, a manos de efectivos policiales de la DINCOTE, unidad élite de
la Policía Nacional, especializada en lucha antiterrorista, devolviéndole al Perú
la ansiada pacificación nacional, condición necesaria para el desarrollo y
progreso de la nación, lógicamente en el marco de estrategias, planes, coordinaciones
y operaciones conjuntas con muchas otras unidades policiales y la valiosa
participación de las FFAA.
No
es del caso hacer un relato detallado de los éxitos y logros que viene logrando
la Policía Nacional, que los hay y muchos, en sus diferentes tareas de
prevención, investigación de delitos y de seguridad; las estadísticas e
información de las estrategias, desarrollo de las operaciones policiales y sus
resultados compete a los propios comandos en actividad; pero sí, debemos
reconocer y resaltar como ciudadanos,
que en el marco del nuevo perfil policial y de la dura e incansable lucha que
enfrenta la Policía Nacional contra las diversas formas y modalidades
delincuenciales, hay importantes resultados que nos animan a brindarle nuestro
respaldo, confiar en la capacidad y profesionalismo de sus efectivos, tener la
fe de que sus esfuerzos y empeño, realizados, bajo la protección de Santa Rosa
de Lima, Patrona de la institución con la bendición del Supremo, de Dios, permitirán
ver más adelante, a una Policía moderna, eficiente y cohesionada al servicio de
la sociedad y del Estado, comprometida con una cultura de paz, con vocación de
servicio y reconocida por su respeto irrestricto a la persona, los derechos
humanos, la Constitución y las leyes, por su integración con la comunidad, por
su honestidad, disciplina y liderazgo de sus miembros; tal y conforme señala su
visión de futuro; por ello, en este
día jubilar de la institución, expresamos a usted señor General, representante
de la Policía Nacional y por su intermedio a todos y cada uno de sus efectivos,
hombres y mujeres, nuestra gratitud, sinceras felicitaciones, mayores éxitos y
mejores parabienes, en unión de sus dignas familias, que al igual que ustedes, comparten
las vicisitudes de la carrera, la ingratitud de quienes no la comprenden y sufren
como nadie la angustia de esperar el retorno a casa del esposo, del hijo o del
hermano policía.
¡VIVA
LA POLICIA NACIONAL DEL PERÚ!
Muchas Gracias.
________________________________________
(1) Los detalles de
la forma y circunstancias de los hechos,
son parte de la historia institucional; obran en las Revistas Policiales
de cada instituto, que obviamos por razones de espacio y tiempo.
(2) cita de Leoncio
Flores Mendoza, autor de la nota: Nuestros héroes y mártires.-http://wial-desangreazul.blogspot.com/2009/nuestros-heroes-y-mártires.html.
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