viernes, 6 de mayo de 2011

JUSTO RECLAMO SOBRE NOMBRE DE LA ACADEMIA DIPLOMÀTICA DEL PERÙ

El Alma Mater de la diplomacia en el Perú hasta fines de 2003, funcionaba en locales que eran alquilados sin contar con una edificación propia que brindara las comodidades que requieren los futuros representantes y plenipotenciarios del quehacer nacional y política exterior.

Fue entonces que, el Embajador de Carrera Igor Velàsquez Rodriguez, como último deseo antes de partir al horizonte eterno al encuentro con Dios, ofreció adquirir un inmueble para donarlo a la Fundaciòn de la Academia Diplomàtica. Deseo que se concretó el 24 de marzo de 2004.

El Ministro de Relaciones Exteriores Manuel Rodriguez Cuadros, en aquella oportunidad, mediante carta fechada el 26 de marzo 2004, le manifiesta al Embajador Igor Velàsquez Rodrìguez, su beneplácito por la generosa donación, a la vez que expresó también a nombre de la Cancillería Peruana el reconocimiento por su alto espíritu de colaboración de algo que siempre fue un anhelo para el desarrollo de las actividades de manera compatible con las elevadas responsabilidades que le confiere la Ley a la carrera diplomática y contar con una sede permanente y apropiada a la altura que requerían para cumplir con su trascendental misión institucional y educativa.

Consecuencia a ello, hubo el pronunciamiento de las Asociaciones de Funcionarios Diplomáticos en Actividad (AFDA), de retiro (AFDR) y de la Asociación de Funcionarios del Servicio Diplomático del Perú (AFSDP), quienes consideraron un justo reconocimiento que la Academia diplomática lleve el nombre del Embajador Igor Velàsquez Rodrìguez. Como efectivamente así ocurrió mediante la dación de la Resolución Ministerial Nº 0435-2004-RE del 04 de julio de 2004; en cuya parte resolutiva en su primer articulo agradecen al Embajador Igor Velàsquez Rodrìguez por la donación del inmueble de la avenida General Pershing Nº 355-San Isidro; y en su segundo artículo, la denominación de la Academia Diplomàtica del Perú con el nombre de Embajador Igor Velàsquez Rodrìguez.

Hoy, el Canciller Garcìa Belaùnde, muy seguro por ordenes de Garcìa Pèrez, cambia el nombre de la Academia Diplomàtica del Perú con el nombre del Embajador Javier Pèrez de Cuellar. Al respecto pienso yo, que el distinguido diplomático, si bien es cierto, nos dejó muy bien representado el nombre de la patria como Secretario General ante la ONU; además que, sobre él ya existen avenidas, centros educativos y asentamientos humanos que llevan su nombre; también es verdad que, si el gobierno desea reconocer su alta investidura, lo mejor que podría haber hecho es cambiar con su nombre a la sede del Ministerio de Relaciones Exteriores, inmueble que fue de propiedad de un tal Marqués Tagle y Bracho-español (Gobernador de las expediciones de guerra contra el Perú), local que fuera comprado en 1918 por el Estado, con dinero de todos los peruanos, para la sede del Ministerio de Relaciones Exteriores.
Carlos Rodrìguez Hurtado
CPP 1730

Queremos también agregar a esta nota, acorde con la información recibida de Relaciones Exteriores, que la Resolución Ministerial Nº 0435-2004-RE del 04 de julio de 2004 mediante la cual se otorga el nombre de "Embajador Igor Velàsquez Rodrìguez a la Academia Diplomàtica del Perú, fue ratifica con la Resolución Suprema Nº 297-2005-RE de 24 de noviembre de 2005, que fuera rubricada por el entonces Presidente Constitucional de la República Sr. Alejandro Toledo Manrique; lo cual constituye, haber cambiado de nombre al Alma Màter de la Diplomacia Peruana, una falta aberrante y de respeto a la memoria de quién, voluntariamente y en un gesto de desprendimiento y de amor a la Institución que lo albergó, efectivamente, donó el inmueble que hoy se halla al servicio de la Academia Diplomàtica del Perú. Prueba de ello también publicamos la Resolución Suprema de tal honorable distinción.

COMENTARIO:
Fuentes especiales de RREE  (Oficina de Prensa y Difusión) informan lo siguiente....
"Canciller de la República condecoró al Embajador Igor Velázquez Rodríguez"

 "Academia Diplomática se denominará a partir de la fecha “Academia Diplomática del Perú Igor Velazquez  Rodríguez”

Discurso
Palacio de Torre Tagle
Viernes 25 de junio de 2004
“Señor Embajador y querido amigo, Igor Velázquez Rodríguez;
Señor Viceministro, Secretario General de Relaciones Exteriores;
Señor ex Canciller y Secretario General de la Comunidad Andina, Embajador Allan Wagner Tizón;
Señores Embajadores;
Señoras Embajadoras;
Doctor Alfonso Grados Bertorini;
Amigos y amigas de Igor que nos reunimos en este acto para rendirle un homenaje, que no solamente es institucional, sino que abarca todo el itinerario de afectos y quereres que Igor ha construido a lo largo de su vida personal y diplomática:
El 15 de setiembre del año 1952 se expidió en la Cancillería la Resolución Ministerial No. 371. A través de esa Resolución se contrataba, para que preste funciones como empleado administrativo del Consulado del Perú en Houston, a un joven llamado Igor Velázquez Rodríguez, quien así, a los 19 años de edad, iniciaba su vinculación y su devoción por el Servicio Diplomático de la República.
El año 1995 dejó definitivamente su vinculación institucional con la Cancillería, al renunciar a su cargo de Embajador del Perú en Checoslovaquia. Entre estas dos fechas, el 15 de setiembre de 1952 y el año de 1995, el Embajador Igor Velázquez construyó un itinerario vital, profesional, intelectual y afectivo, pero sobre todo una acumulación de valores, virtudes, enseñanzas y devociones hacia su institución.
El Embajador Igor Velásquez ha desempeñado cargos importantes en el Servicio Diplomático, en los Estados Unidos, en Nueva York; en los Países Bajos; en Francia. Ha sido Encargado de Negocios del Perú en Chile y en Estados Unidos, y ha representado a nuestro país como Embajador en Hungría, en Polonia, en Checoslovaquia y en Austria. Ha sido también Representante del Perú ante los Organismos Internacionales con sede en Viena.
En la Cancillería ha dejado la impronta de su aguda inteligencia en diversas áreas de la administración y gestión de la política exterior, abarcando lo político, la jurídico y, aunque parezca mentira, también lo administrativo. Y digo ‘aunque parezca mentira’ porque, usualmente, en la Cancillería no asignamos a los funcionarios con una inteligencia perspicaz y con vocación cultural e intelectual la responsabilidad de los asuntos administrativos; lo que es un grave error, porque no hay nada más importante para la vida institucional que la gestión administrativa. Igor Velázquez, al haber desempeñado cargos en esta área junto con los correspondientes en el área jurídica y política, ha dado también desde temprano un buen ejemplo de lo que es la formación y la gestión integral en las funciones de un funcionario diplomático.
Más allá de estos cargos que hemos querido señalar como puertos de la navegación vital de Igor, quisiera relievar sus calidades profesionales y personales a partir de un testimonio individual. Esta es una condecoración que a mí me compromete desde el punto de vista subjetivo y emotivo.
Yo ingresé al Ministerio de Relaciones Exteriores el año de 1974 y tuve la suerte de desarrollar muy tempranamente una amistad y una relación intelectual y personal con Carlos García Bedoya. Ese mismo año en que egresé de la Academia Diplomática, él tuvo la generosidad de nombrarme su profesor auxiliar, siendo Secretario General de la Cancillería, en el curso de Teoría de las Relaciones Internacionales en nuestra Alma Mater.
Conocí a Igor antes de verlo físicamente, a través de los comentarios que me hacía Carlos García Bedoya sobre su amistad, su inteligencia y su análisis fino –yo diría en frecuencia modulada- de los avatares de la política internacional, así como sobre su capacidad para intuir la evolución de las más complejas situaciones políticas y económicas que enfrenta usualmente la política internacional del Perú.
Marcel Merle ha señalado que la buena administración de la política exterior tiene que ver con lo que en un lenguaje sencillo llamamos la capacidad de intuición, y lo que con un lenguaje complejo y académico se llama la ‘pronoxis’. García Bedoya siempre me decía: ‘Tienes que aprender de Igor Velázquez, porque él sabe ver lo que puede suceder’.
Para quienes deciden en política exterior, aprender a ver lo que puede suceder es algo extraordinariamente valioso. Por eso creo que una suerte de símbolo y síntesis de la trayectoria profesional de Igor Velásquez se puede apreciar cuando Carlos García Bedoya, ejerciendo el cargo de Ministro de Relaciones Exteriores por un año –que fueron doce meses de condensación y de síntesis de uno de los períodos más creativos de la diplomacia peruana- te nombró, Igor, como Presidente de su Comité de Asesores. Creo que esa designación es el emblema y el símbolo de lo que ha sido y son tus aportes al desarrollo de la política exterior y de la institución.
Debo hacer también, no un testimonio sino una confesión, esperando contar con tu indulgencia. En un acto personal, en el matrimonio de tu hija, me agarraste el brazo y me llevaste a un costado de la sala para señalarme que tu identificación y tu amor hacia esta institución te impulsaba con convicción a dotar a la Academia Diplomática de un local propio, que desde el año 1952 –en que empezó a funcionar, curiosa y simbólicamente el mismo año que Igor ingresó a trabajar a la Cancillería en el Consulado en Houston- no ha tenido la posibilidad de contar con un local propio y adecuado para sus actividades docentes y de investigación.
Posteriormente se formalizó la donación que ha hecho el Embajador Igor Velázquez Rodríguez, para la adquisición del nuevo local de la Academia Diplomática del Perú. En el futuro, los estudiantes, los futuros diplomáticos, los peruanos que deberán continuar la senda abierta por García Bedoya, Gregorio Paz Soldán, Javier Pérez de Cuéllar, Alberto Ulloa Sotomayor y Raúl Porras Barnechea, tendrán un espacio adecuado para el estudio y la investigación que, además, pueda inspirar y respirar el espíritu institucional de Torre Tagle.
Solamente tengo una palabra para agradecer esta decisión de Igor Velásquez. Es la palabra generosidad. En el mundo actual del tráfago de la vanidad, de los particularismos, de los individualismos y de los egoísmos, un oasis de generosidad es algo profundamente vital para el espíritu de esta casa y del Perú. Como ha señalado Israel Zangwill, ‘El egoísmo –querido Igor- es el único ateísmo verdadero y la generosidad la única religión’.
Quiero expresar, a nombre del Servicio Diplomático de la República, a nombre especialmente de los alumnos pasados, presentes y futuros de la Academia Diplomática, el más profundo agradecimiento de la institución por este tu gesto institucional y de identificación con Torre Tagle como institución.
Creo que tenemos una expresión de valores institucionales. La democracia, la vitalidad de las sociedades y la contundencia del estado de derecho tienen que ver con el desarrollo y el enriquecimiento de las instituciones. La fortaleza de las instituciones se mide, entre otras cosas, por el sentimiento de adhesión que tienen los integrantes de estas instituciones para con ellas. Por eso, el gesto del Embajador Igor Velázquez es no solamente una generosidad profundamente subjetiva de su parte, sino una expresión de la fortaleza institucional de Torre Tagle y del Servicio Diplomático de la República.
Esta expresión de fortaleza institucional tiene que ver definitivamente con el sentimiento de pertenencia. De la misma manera que la pertenencia a la Patria genera cohesión nacional y cohesión social, la pertenencia a las instituciones genera cohesión institucional. Por eso tu generosidad es también un factor de desarrollo y de enriquecimiento de la cohesión institucional del Servicio Diplomático de la República.
En última instancia, el sentimiento de pertenencia a una comunidad, a una patria o a una institución, como decía Mario Benedetti, es la urgencia de decir ‘nosotros’. Siento en este instante la enorme urgencia y el gran mandato de todos mis colegas del Servicio Diplomático, de decir ‘nosotros contigo’, y en ese ‘nosotros’ expresarte una vez más el agradecimiento de todos tus amigos, de todos tus colegas.
El Presidente de la República me ha dado el honroso encargo de otorgarte la Orden ‘El Sol del Perú’ en el Grado de Gran Cruz, como un reconocimiento a tu trayectoria profesional, a tus valores personales, a la entrega de gran parte de tu vida a la causa de la política exterior y de esta institución. Lo hago con la más profunda satisfacción que puede tener un Ministro de Estado, que es hijo de estas canteras y que es hijo de la misma Alma Mater que tú.
Muchas gracias”.

Palabras del Embajador Igor Velázquez Rodríguez
Palacio de Torre Tagle
Viernes 25 de junio de 2004
“Señor Ministro de Relaciones Exteriores, Embajador Manuel Rodríguez Cuadros;
Señores Congresistas de la República;
Excelentísimos señores Embajadores acreditados ante el Gobierno del Perú;
Señor Viceministro, Secretario General de Relaciones Exteriores,
Embajador Luis Solari Tudela;
Señor Secretario General de la Comunidad Andina, Embajador Allan Wagner Tizón;
Señores Secretarios y Subsecretarios de Relaciones Exteriores;
Señores Embajadores;
Señora Maruja de García de Bedoya;
Señor Alcalde de San Isidro;
Amigos todos:
Si recibí una condecoración yo hoy; siempre honroso el hecho de ser galardonado con la Orden ‘El Sol del Perú’ en el Grado de Gran Cruz, es un privilegio que nunca pensé alcanzar.
El hecho de recibir esta presea de tan distinguido Canciller y amigo, me causa una satisfacción muy especial.
Ustedes han escuchado sus palabras, siempre generosas y cálidas, dictadas por la amistad que nos une por más de tres décadas.
Quisiera agregar que, aunque sea conocida en los medios diplomáticos y de prensa, la retórica del Canciller ha superado los límites de a lo que estamos acostumbrados y ha elevado dichos niveles a otras alturas.
Usted mencionó al maestro García Bedoya. Me emociona que en esta ceremonia asista la viuda, doña Maruja, esposa de toda la vida y compañera ejemplar de Carlos. Gracias Maruja por estar con nosotros.
Gentilmente tuve la buena fortuna de colaborar directamente con el maestro en dos oportunidades, como su Segundo en Washington en 1977, cuando él se desempeñaba como Embajador; y en 1978 cuando fue designado Canciller. En esa ocasión, tuve la oportunidad de actuar como su especial asesor, como Presidente del Comité de Asesoramiento de Relaciones Exteriores; el COARE.
Asimismo, me pidió que lo acompañara en un encargo que le había pedido el señor Presidente de la República, para que colaborara en los asuntos de la libertad. En ese momento se le llamaba ‘la supervisión de la libertad’. Allí también demostró su gran capacidad y la brillantez que lo caracterizaron.
Es muy difícil recordar ahora a otros maestros a quienes les debo tanto, y de quienes aprendí en unos períodos formativos. Nombraré a los Embajadores Jorge Guillermo Llosa, Carlos Alzamora y Luis Marchand. Además, trabajé con otros dos Cancilleres que desearía mencionar acá, como son José de la Puente Rabdill y Arturo García y García, grandes diplomáticos que dieron mucha brillantez al Perú. En ese sentido, también mucho aprecio las enseñanzas del Embajador Fernando Berckemeyer y de Celso Pastor de la Torre.
Se ha referido usted, señor Canciller, a la donación que hice en una actitud institucional y solidaria, para dotar a la Academia Diplomática con una sede acorde a su importancia y al prestigio que goza en los medios diplomáticos y académicos del hemisferio. Realmente me enorgullece haber podido contribuir a que, finalmente, después de 50 años, nuestro Centro de Estudios cuente con un local propio.
Me parece oportuno mencionar que la misma sede es una antigua y bella casa que –en mi concepto- cumple con los requisitos que una Academia moderna exige.
Estoy seguro que todos los peruanos comparten con orgullo este sentimiento, y no es más grato para mí haber podido realizar un anhelo que albergaba in pectore desde hace mucho tiempo.
Quisiera hacerles conocer que tengo una antigua y religiosa deuda. La asumí hace 71 años, exactamente cuando nací. Esa deuda, que pienso saldar algún día –ojalá Dios me dé vida para eso- es una deuda que tengo con el Perú, mi patria. En todo caso, si yo ya no estoy con ustedes, alguien tomará la antorcha..
El hecho que usted, con el apoyo institucional de los colegas, haya pensado llamar a la nueva Academia Diplomática con mi nombre, me ha causado la más grande de las emociones. Porque recae en mi persona hoy el ocaso de la luna. Debí agradecer a tantas personalidades que se encuentran aquí; a los amigos su presencia.
Quisiera pedir, señor Canciller y amigo, que se sirva transmitir al señor Presidente Constitucional de la República, el doctor Alejandro Toledo, mi más profundo agradecimiento por la distinción que ha tenido a bien concederme.
Recibo esta condecoración, que es muy brillante. La portaré con dignidad y la luciré con mucho orgullo.
Muchas gracias”.

Continúa el Canciller Manuel Rodríguez Cuadros
“Querido Igor:
Quería agregar que esta ceremonia, siendo muy formal es a la vez no tradicional. Porque en las ceremonias tradicionales, los sentimientos, que siempre están presentes, ceden su lugar a los requerimientos protocolares.
En esta ceremonia son los sentimientos lo que están delante de los requerimientos protocolares. Por eso he querido dejar para este momento y con presencia de dos alumnos de la Academia Diplomática, el anuncio que he procedido a suscribir la Resolución Ministerial por la cual la Academia Diplomática del Perú –a partir del día de hoy- se denomina ‘Academia Diplomática del Perú, Igor Velázquez Rodríguez’.
Esta también es una Resolución Ministerial formalmente individualizada, pero realmente colectiva porque esta decisión ha sido amparada y compartida por toda las organizaciones asociativas de los funcionarios diplomáticos de la República, y por todos los funcionarios y las funcionarias del Servicio.
Yo voy a pedirle a los alumnos de la Academia Diplomática que te expresen su reconocimiento y su gratitud...
(APLAUSOS)
Muchas gracias”.

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