En Perú predomina el sistema de gobierno presidencial con sistemas multipartidistas en los procesos de sufragio. Los últimos 60 años ha mantenido esa tendencia, exceptuando los períodos de gobierno de regímenes dictatoriales. Esta situación ha llevado a varios gobiernos peruanos, a que el presidente electo no tenga una mayoría operativa en el parlamento, y en más de una ocasión entraron en ciclos de parálisis como consecuencia de las tensiones entre el Poder Ejecutivo, su bancada legislativa y la oposición política. El contar con mayorías operativas parlamentarias, ha sido una preocupación constante de los gobernantes peruanos, buscando crear y mantener coaliciones de gobierno que les asegure un marco para el desarrollo de una cooperación política necesaria para la estabilidad democrática peruana, lamentablemente no siempre con el éxito esperado.
El sistema político en Perú desde que se constituyó como república, es el régimen presidencial, con elección del Presidente y separación de poderes. Pero no ha logrado aún contar con una democracia madura y estable por períodos que superen al menos los 20 años consecutivos. Los procesos electorales si bien se han realizado con regularidad desde 1979, en donde han participado partidos políticos de diferentes tendencias ideológicas o doctrinarias, la llegada de los Presidentes al poder no significó que abrazaran o siguieran los idearios o doctrinas de las agrupaciones que representaron. Es decir, no se ha evidenciado una evolución institucional político partidaria.
En cuanto al sistema de elecciones, según Cristóbal Aljovín de Losada y Sinesio López, la historia del sistema electoral peruano se divide en tres bloques:
1°) 1827-1896, donde las elecciones eran indirectas de dos grados. En el primer grado tenían derecho a votar un porcentaje importante de la población (incluso campesinos analfabetos). Este período tuvo dos etapas en la primera no habían partidos políticos (hasta 1851) y la relación con los votantes por parte de los aspirantes al poder era de patrón-cliente, las asambleas legislativas elegían al presidente. En la segunda etapa el sufragio es directo, aparecen las llamadas tertulias de intelectuales, los clubes electorales y el primer partido político (en 1871, con el nombre de Sociedad Independencia Electoral, que un año después se llamará Partido Civil).
2°) 1896-1930, continúa la elección directa pero esta vez sólo para los alfabetos, no votaban la tropa ni las mujeres. En 1882 aparece un segundo partido político, el Partido Constitucional de Ramón Castilla y en 1884 un tercer partido el Partido Demócrata de Nicolás de Piérola. Este período es llamado por Basadre como la “República Aristocrática”, y se alternarán en el poder solo dos partidos, civilistas y demócratas. Desde 1900 sólo estará el Partido Civil en el poder excepto el período de 1912-1914, que serán los pierolistas. Desde 1919-1930, habrá un gobierno de corte autocrático con Leguía.
3°) 1930-1968, llamado el período de la “República Oligárquica”, surgen nuevos partidos de tendencia socialista y marxista, pero fueron excluidos de los procesos electorales por mandato constitucional. Con estos partidos se establecen los llamados “partidos de masas”. En 1956 se da el voto a las mujeres, ya no votarán los militares (ni siquiera los oficiales como lo era hasta 1930).
Desde 1968 hasta 1979, habrá un gobierno de las FFAA. A partir de 1980 se restituye nuevamente el voto universal desde los 18 años de edad, excepto para los militares y policías en actividad que recién se les devuelve este derecho en el 2003.
Nuevamente, apelando a Aljovin y López, y siguiendo la clasificación de Dieter Nohlen, dividen las elecciones en: competitivas, semicompetitivas y no-competitivas. Se podría señalar que durante el SXIX, para el caso peruano, fueron semicompetitivas, respondiendo a regímenes políticos autoritarios, donde las elecciones de esa centuria, al menos las presidenciales, tenían un ganador conocido ya antes de los comicios. Para las elecciones a vice-presidente y congresista, había más dispersión por la existencia de los clubes electorales provinciales. Hasta 1870, la noción de facción o partido no era bien vista y la tendencia era elegir representante-individual.
La Ley Electoral de 1896, estableció el sufragio directo, acabando con el indirecto de dos grados, pero se limitó la opción del voto a solo los alfabetos, los varones mayores de 21 años y oficiales de las FFAA. Esto provocó que la masa electoral se redujera a solo el 2% de la población peruana, a quienes se les reconocía su ciudadanía y el derecho de elegir. El SXIX y primeras décadas del SXX, con la creación de la Junta Electoral Nacional y la flamante ley de 1896, se produjeron los efectos siguientes: reducción de la masa electoral, control del sufragio por un ente centralizador, distinción social y económica del electorado (aristocracia), renovación del parlamento por tercios cada dos años, presencia en el Congreso de representantes propietarios y suplentes, y elecciones por circunscripciones provinciales.
Según Agustín Haya de la Torre durante el SXIX y parte del SXX, “el temor a la soberanía popular hizo que el sufragio se ejerciese mediante colegios electorales, cuyo escrutinio final estaba a cargo del Congreso. Por tanto, quién lo controlase, tenía asegurado el resultado”. Como la ley exigía que el Presidente debía alcanzar el 80% de los votos, los “resultados en esa época fueron inverosímiles: Candamo en 1903 con el 98.85%, Pardo en 1908 con el 96.68% y en 1915 con el 90.72%” . Haya de la Torre añade, “El modo como se ganaban los comicios no hizo más que propiciar vicios como la creación artificial de provincias y la concentración de la disputa política en el control del parlamento… Estos mecanismos erróneos van a causar el fin de la República Aristocrática, cuando el temor de uno de los Candidatos civilistas, Augusto Leguía, de perder su segunda elección, lo impulsa a dar un golpe… impone una nueva mayoría parlamentaria”.
A partir de 1933 con la nueva Constitución, que introdujo cambios a la de 1920, se prohíbe la participación de partidos políticos de “organización internacional” y sus miembros no pueden desempeñar ninguna función política (Art. 53°). A partir de ahí se inicia la República Oligárquica, considerados por Aljovín y López, como tímidamente liberal y semicompetitiva al excluir a los partidos de masas de esa época (APRA y el PCP), entonces sólo las élites oligárquicas competían entre sí. En 1962 ingresan por primera vez todos los partidos inscritos en el Jurado Electoral, pero las FFAA ejercerán veto y el 18 de julio de 1962 se da un golpe militar y se convoca a nuevas elecciones en 1963. Desde este momento se puede decir que el régimen político pasó de ser “oligarquías competitivas” (según Rober Dehl) a régimen de “cuasi-poliarquías”.
Para Haya de la Torre, “Destruido el régimen oligárquico por las reformas emprendidas desde 1968 esto no significó la superación del autoritarismo. La tesis liberal de la división del poder para evitar el abuso sobre la ciudadanía no es entendida. Los pesos y contrapesos que reclaman el equilibrio de poderes del constitucionalismo son vistos como una formalidad… La relación entre la libertad negativa y libertad positiva no nace entonces de la práctica social. Esto permite que el patrimonialismo caracterice las relaciones sociales y la visión frente al Estado. El ejercicio de la ciudadanía es débil… La oligarquía y el militarismo cultivaron el mito de que el Perú sólo puede ser gobernado por mandones, como lo enseña la existencia de incas, virreyes y dictadores. Ello ha reforzado la idea del presidencialismo como eje del régimen político y ha contribuido al menosprecio del parlamento… Luego de doce años de dictadura militar, se eligieron tres parlamentos democráticos sucesivamente, en 1980, 1985 y 1990”. A partir de 1993… ya no habrá, por la Constitución de 1993, un Congreso bicameral sino unicameral…los llamados partidos tradicionales sufren una fuerte crisis de representatividad… el debate es visto como engorroso y molesto. Se cambia el reglamento para reducir al mínimo las intervenciones, se impone el criterio empresarial del costo-beneficio para la presentación de proyectos de ley… El Congreso se convierte una vez más, al estilo de la vieja tradición autoritaria, en un apéndice del Poder Ejecutivo”.
Es tiempo, pues, de repensar bien nuestro actual sistema político y modernizarlo de acuerdo al sentir ciudadano e intereses mayoritarios, y no en función de unos cuantos poderosos, que tras bambalinas ejercen el poder real
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