domingo, 6 de febrero de 2011

RECORDANDO UN 05 DE FEBRERO

ESPEREMOS QUE ALGO SIMILAR, POR SU TERQUEDAD, NO VUELVA OCURRIR SEÑOR ALAN GARCÍA PÉREZ
Dicen que Lima es una ciudad conservadora y timorata, que no se compara con otras ciudades latinoamericanas que se han alzado contra dictaduras y falsas democracias. Quienes dicen esto no tienen suficiente memoria histórica para saber de lo que esta inmensa ciudad, equívocamente llamada de los reyes, ha sido capaz de hacer desde lejanas jornadas montoneras, hasta una larga lista de huelgas obreras, insurgencias urbanas y generalizados cierrapuertas. Pero entre los recuerdos más inquietantes están los del paro de la policía del 5 de febrero de 1975.

En plena canícula veraniega y sujetos al duro puño del gobierno del General Velasco, que creía mantener un control total sobre los acontecimientos, eran muy pocos los que podían imaginar que un día de esos la ciudad se convertiría en un campo de batalla. Los primeros días de febrero crecía un rumor sobre la posibilidad de una huelga policial. Se hablaba de demandas económicas, pero lo que se consigna como el desencadenante de la lucha es un incidente que se produjo entre un edecán militar y un sargento de la policía que fue insultado y abofeteado por el oficial del Ejército, que le reprochó haber dejado que los periodistas se aproximen demasiado al presidente.

Esto quiere decir que en el fondo de la protesta había un resentimiento profundo por el papel al que la institución policial, y en particular su rama más numerosa, la Guardia Civil, habían sido relegados dentro del régimen. La idea de que los militares los trataban como de una categoría inferior estaba en el corazón de los policías, así que cuando hubo que unirse contra la casta dominante la respuesta fue masiva. Al comienzo de la mañana, todo parecía extrañamente normal. Aunque no hubiese policía en las calles, la gente se dirigía a sus trabajos. Todo funcionaba.

Sin embargo, el rumor de los días anteriores ahora era la conversación de todo el mundo. Ha habido un enfrentamiento en el Cuartel de Radio Patrulla, en La Victoria y hay decenas de policías muertos, el Ejército se metió con tanques, era lo que se comentaba en todas partes. Era verdad un tanque había derribado las puertas pasando por encima de los patrulleros puestos como protectores. Los soldados habían ingresado al patio donde estaban los policías y habían disparado sobre ellos. Nunca se supo cuántos murieron y más o menos como ocurre con Bagua, quedaron flotando versiones sobre cientos o decenas de muertos, camiones con cadáveres y entierros clandestinos.

Los policías de Radio Patrulla salieron detenidos, embarcados en camiones militares, en escenas que evocaban precisamente las muchas veces que la policía llenó de obreros, campesinos o estudiantes, sus propios camiones con rumbo a las prisiones. Pero esa era la huelga de los que normalmente combaten las huelgas. Es decir, el Estado se había peleado con su propio brazo represivo. Y el resultado fue catastrófico, porque mientras se debelaba el movimiento, la ciudad reventaba en caos. Saqueos y ataques a edificios emblemáticos y medios de prensa, causaron las horas de terror más inciertas que se recuerden en el país. La huelga de los policías se convirtió en tiempo de vándalos.

Eran más o menos las 11 de la mañana cuando los trabajadores empezaron a salir de sus centros de labores porque el gobierno había decretado el cese de labores, la emergencia y el toque de queda y había sacado a los soldados a las calles. La ciudad se iba a llenar de incendios, destrozos y cadáveres.

En mayo de 1983 hubo una segunda huelga policial masiva, y en 1987 (del 15 al 18 de mayo) se realizó la tercera. Estas dos huelgas demostraron que el movimiento de 1975 había cambiado el espíritu de muchos policías, que ya no aceptaban ser considerados la última rueda del coche estatal. Esto espera señor García, que haya una cuarta huelga policial por su falta de criterio e inconstitucionalidad de sus decretos de urgencia contra las remuneraciones, pensiones de la familia Militar - Policial; y en general, atentando contra la Defensa Nacional.

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